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Crítica: Baldur Brönnimann y Alisa Weilerstein con la Orquesta de Valencia

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Autor: Alba María Yago Mora
28 de abril de 2024

Crítica del concierto de Baldur Brönnimann y Alisa Weilerstein con la Orquesta de Valencia

Baldur Brönnimann y Alisa Weilerstein con la Orquesta de Valencia

 Luces y Sombras. Brillantez y desconexión


Por Alba María Yago Mora
Valencia, 25-IV-2024. Palau de la Música. Alisa Weilerstein, violonchelo. Orquesta de Valencia. Director: Baldur Brönnimann. Obras de Hector Berlioz y Pascal Dusapin.

   La Obertura Béatrice et Bénédict, de Hector Berlioz, nos ofrece una ventana hacia la faceta más ligera y humorística del genio francés. Es fascinante observar cómo Berlioz, inmerso en un mar de desesperación y resentimiento hacia su patria, encuentra en esta obra un refugio después de los titánicos esfuerzos que demandó la creación de su monumental ópera Les Troyens. Sin embargo, aunque la partitura brille con destellos de vitalidad y humor, la interpretación que ofreció la Orquesta de Valencia no logró capturar plenamente la chispa que anima esta obra. Si bien es cierto que la agrupación valenciana ofreció una ejecución correcta, se evidenció cierta falta de conexión entre la batuta de Baldur Brönnimann y los músicos, quizás también una falta de conexión de este con la obra… Esta pieza es, en esencia, un juego de luces y sombras, una danza entre la pasión amorosa y el humor travieso, sin embargo, en esta ocasión, el brillo se vio empañado por una ejecución plana y carente de esa vitalidad que comentábamos. 

   La interpretación de Outscape, del compositor Pascal Dusapin, protagonizada por la talentosa violonchelista Alisa Weilerstein, fue un acontecimiento memorable. En este estreno en España, Weilerstein cautivó al público con un sonido espectacular, robusto y envolvente, que resonó en cada rincón del auditorio, dejando una impresión perdurable. Outscape, por su sentido etimológico, resume la historia del trabajo del compositor francés, su búsqueda constante de comprender, discernir y explorar lo que está más allá. 

   La obra, testimonio del genio creativo de Dusapin, cuyo proceso de composición fluye de manera orgánica, da lugar a estructuras musicales sólidas y sorprendentes como las vividas el pasado jueves. Desde los primeros compases, el diálogo entre el violonchelo y el clarinete bajo de David Martínez nos sumergieron en un mundo que resultaba familiar y extraño a la vez. Pudimos notar aquí que Brönnimann se sentía más cómodo en este repertorio contemporáneo, mostrando un mayor control y conexión con la obra. Solista y orquesta lograron plasmar esa habilidad del compositor para expandir una idea simple hacia un complejo tejido sonoro. Se sumergieron en un diálogo continuo, en una espiral de interacción que evocó tanto la cercanía como la lejanía en cada momento. Tanto obra como interpretación trascendieron lo ordinario. 

   La última obra del concierto, la Sinfonía fantástica de Hector Berlioz, no estuvo exenta de altibajos. Nacida del ardiente amor de Berlioz por Henrietta Constance Smithson, desafía los límites de la estructura sinfónica tradicional y es un claro ejemplo de «música programática». A través de sus cinco movimientos, intentamos transportarnos a un mundo deslumbrante y alucinatorio. Si bien la actuación en general fue descafeinada y con algunos desajustes que sugerían cierta falta de control por parte del director  -o ausencia de feeling-, hubo momentos destacados que brillaron con luz propia.

   En el tercer movimiento, la interpretación de Lola Cases con el corno inglés fue excepcional, agregando una capa de emotividad y profundidad. En el quinto movimiento, los timbales, a cargo de Javier Eguillor y Lluis Osca, y la sección de metales graves, aportaron una potencia adicional. Los pasajes de las maderas también merecen una mención especial, ya que lograron infundir a la música ese toque de ligereza, vitalidad y juguetonería que tanto caracteriza a esta sinfonía. Estos fueron algunos momentos de esplendor que contrarrestaron esa sensación general de falta de cohesión y energía.

   Quizás este episodio sirva como recordatorio de que la verdadera magia de la música reside no sólo en las notas escritas en el papel, sino en la pasión y el entendimiento que se transmiten entre aquellos que las interpretan.

Fotos: Live Music Valencia

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